lunes, 25 de octubre de 2010

La Octava

No entiendo el significado de la vida. Es inútil, es injusta, es mala, es una porquería. No quiero ser pesimista, pero al intentar ser realista es a veces imposible de evitar. Creer en el karma puede ayudar a tener fe, pero es probablemente la última cosa que uno quiere usar para intentar sacarle sentido al estar vivo. Los buenos reciben cosas buenas y los malos, cosas malas ¿Pero quien juzga que es bueno y que es malo? Tomaré una carta nada aleatoria y diré que realmente tal vez no importa. Los ingenieros tienen una técnica interesante, ingeniería inversa. Analizan algo que funciona y por la manera en la que lo hace, infieren que tiene adentro para poder así sacarle provecho: copiemos entonces a los enamorados y a los millonarios en todo lo que hacen, si para ellos funciona, nada debería impedir que para uno no.

Esta tarde estoy solo entre mis pensamientos, sentado dentro de un salón de clase solitario y acompañado por mis fantasmas. Ellos si me quieren, ellos siempre están ahí.

No ha sido un buen día el día de hoy. El despertador no sonó en la madrugada aun cuando la noche anterior lo programé como siempre lo hago. El café de la mañana estaba frio y me ignoraron cuando pedí que me dieran otro. La clase del mediodía fue larga y aburrida y el profesor dijo lo mucho que nos odiaba en palabras que no tenían que ver con ello. Tengo pensamientos oscuros, más oscuros de los normales, y mis fantasmas no hacen sino mirarme mal por ello. Les da rabia porque así como yo los leo, ellos se ven forzados a leerme. Ese infierno es en definitiva formidable.

Entre mis fantasmas hay uno extraterrestre. Al menos ella se considera tal. Es de una tierra opuesta, esa que siempre se esconde del otro lado del sol. La gente allá es buena, es sobria, es capaz. Allá vivir no es una farsa. Creería que ha ser un paraíso perfecto, pero si ella está aquí es porque desde el cielo también castigan. Después de todo, los ángeles también caen. Solo una pizca de envidia y eso fue todo lo que se necesitó. Sus ojos aun son verdes por ello.

Hoy su piel es negra, está quemada y las cicatrices aun son notables, aun esta vivas. Su cabello solía ser mono, hoy es invisible y fluye solo en el éter, ahí al lado de las lágrimas que no ha dejado caer. Me intenta decir su nombre, pero no sabe que yo no entiendo esas cosas, ella tampoco entiende esas cosas. Y es que ese es su punto débil, fue entender el mayor problema. Entender es para tontos, la gente inteligente no necesita de eso. La gente inteligente sabe sentir, la gente tonta solo lo intenta.

Parece que hubiera sido ayer, al menos eso es lo que yo siento. Desde pequeña ella siempre quiso lo mismo. Desde pequeña le habló directamente a Dios pidiéndole sus alas, pero Dios nunca le dijo nada. Al menos no somos los únicos con el honor de ser ignorados. Cuando suficientes años después su compañero de toda la vida recibió sus alas, alas que llevaban el nombre de ella, fue cuando su fe falló. Ella sabía lo que le pasaba a los ángeles que pierden fe, pero también sabía que era inevitable. Se sintió inútil y se sintió desdichada. La suerte no existe, pero más que nunca se sintió sin ella. Tal vez fue una prueba y la perdió. Los ingenieros tienen una técnica endemoniada, para probar algo, lo rompen. Yo perdí esa prueba. Tengo un hueco en mi pecho, el sentimiento es demasiado familiar, ella entró en un lugar oscuro, uno lleno de sombras y demonios. Ella solo necesitó a Dios y él le abandonó. Gracias, Dios, por tu constante ayuda.

Nadie estuvo allí para agarrar su mano. Solo necesitaba una luz y nadie nunca la traerá. En este mundo se está solo. Mientras el compañero de mi fantasma vuela entre su mundo rojo lleno de problemas de juguete, ella y yo nos quedamos solos creyendo que nos hacemos compañía. Los vivos no son para los vivos y los muertos no son para los muertos. Que idea tan equívoca. Que vida tan equívoca. ¿Cómo no preferir estar muerto? Ya me acostumbré a mi lugar oscuro. Allí, no hay café, en este salón tampoco. En algún momento habré de salir de él. Algunas cosas son solo cuestión de tiempo.

Que mierda que el tiempo corra tan lento cuando uno desea lo contrario. Otro infierno en definitiva formidable.

domingo, 19 de septiembre de 2010

La Séptima

Hace rato no hablaba y es que no tenía nada que decir. Admito que también intenté dejar de pensar, pero esa tarea no pareció funcionar por más de dos instantes. Llevo meses sin tomar café y me está comenzando a afectar gravemente. Veo gente muerta, como el niño de esa película, y está comenzando a hacérseme difícil el ver los que aun están vivos. Aquel que piensa y habla me podría preguntar que como se la diferencia y si no fuera porque también dejé de oír, le respondería que realmente no lo sé. Una vez leí que no hay ninguna diferencia entre los vivos y los muertos sino la realidad en la que se encuentran. Tal vez yo estoy en la mitad, en ambas realidades. O tal vez estoy vivo y solo creo estar muerto. Me parecería muy triste estar muerto y creerme vivo.

Hace tiempo no sentía frio. Hace tiempo no sentía.

Anoche caminaba solo por entre dos calles. Un chico caminaba al lado mío. Solíamos ser amigos tiempo atrás, o al menos eso creía. El tiempo tiene la particularidad de cambiar las cosas. Uno no se puede mover libremente el tiempo, pero él se encarga de movernos a nosotros lo mas que puede. No le gusta ser ignorado y no le culpo, solo pocos disfrutamos eso.

Su nombre ya lo olvidé, pero puedo recordar que vestía de mi color favorito, ese que brilla más que el blanco y que algunos dicen es un verde rojizo, pero yo creo que es un amarillo purpurezco. Hubo más silencio que voz, pero fue suficiente para conversar lo que se necesitaba conversar. Una imagen vale más que mil palabras pero algunas miradas valen más que mil imágenes. Sin embargo esta mirada en particular solo valía una palabra y no sabía cuál era. Estaba en otro idioma, rimaba con arrepentimiento y tristeza y era sinónima de felicidad. Esa lengua era tan difícil de entender a veces.

Compró dos cervezas y yo compre dos con él. Más tarde comimos chocolates juntos. No recuerdo si eran míos o de él, creo recordar que el me brindó y yo los acepte, pero también recuerdo preguntarle si quería mas y oírle decir que si sin pensar un segundo. Se preguntó a sí mismo si estaba solo y si lo estaría también lo que le queda en su realidad y lo único que quise por un momento era decirle que no. Claramente el no me podía ver como yo lo veía a él. Claramente el no veía al chico de chaqueta negra y camisa rosada que aun lloraba en mi hombro ni su corazón roto que latía mas fuerte que los carros en la avenida contigua. Claramente su propia maquina bombeadora de sangre sonaba y brillaba mucho más fuerte.

Le comprendí.

Su historia era tan larga y complicada. Muy pocas personas la sabían y ni siquiera yo la podía entender tan rápidamente. A veces me sentía arrastrado hacia ella pero otras veces era yo quien actuaba y cambiaba la misma historia. Intentando escapar del rio cambiaba su curso. Era envolvente y confusa, justo como el amor. No era sorprendente, una maldición más que se obtiene al estar vivo. Amar, ser amado, odiar, ser odiado, cuatro sentimientos dentro de una misma experiencia que se llama respirar. Me siento tan afortunado de poder mantener la respiración por tanto tiempo, tal vez en una vida pasada fui un buen nadador.

El se fue a su casa mucho tiempo después. Una experiencia casi religiosa, como esa de esa canción. Lloré por lo que parecieron horas al verlo ir. La empatía era poderosa y preferí hacerlo yo antes de que lo hiciera el de nuevo: llevaba meses haciéndolo sin parar y la razón era más compleja que la razón por la que hoy volví a respirar y a tener frio. Mi corazón se quedó atrás cuando deje de vivir, pero el de él, que murió y lo puedo ver conmigo, sigue latiendo en su pecho. Un ritmo fulminante, una patética canción.

Recordé su nombre. Es una peste. Tal vez si me tomo un tinto en su honor lo olvide nuevamente: no puedo poner en riesgo que esas aurículas y esos ventrículos cobren vida una vez más. No quiero arrepentirme de esta decisión. Estar muerto no te ofrece diversión, pero tampoco trae más sufrimiento.